jueves, 24 de abril de 2008

Un día diferente

-¿Qué es el amor?, Me preguntó Elisa pensativa, mientras acariciaba su barbilla con la mano derecha.
Yo la observaba simulando estar distraído, para que no se diera cuenta de lo loco que me volvía esa manera tan suya de pararse, de sentarse, de moverse, de hablarme y de pronunciar mi nombre; su seducción era natural, toda ella emanaba un halo de mujer emancipada, segura de sí misma y a la vez desvalida, como si necesitara mi abrazo de oso, como ella lo llamaba. Yo no podía decirle que ella era “el amor”, no todavía.
-Supongo que será una conexión de cuerpos y de almas, -le dije- y me sentí algo estúpido.
-Eso es muy ambiguo mi querido amigo. Frases hechas que de tanto repetirlas suenan huecas, sin contenido.
-Es que el amor no se declama, se practica mi querida Elisa; se vive, se siente, se huele, se respira, se sufre. Cuando uno ama lo último que importa es su definición. Creo que necesitas enamorarte y acá hay un hombre dispuesto a complacerte- me reí nervioso sintiéndome otra vez un estúpido. Ella sonrió, hizo un silencio y se quedó pensativa mirándome con asombro. Hubiera pagado lo que fuera por adivinar esos pensamientos. Al rato, como espantando un fantasma, siguió:
-Yo me casé enamorada de Fernando, creo. Con el tiempo algo se quebró. Fuimos los dos creciendo en mundos paralelos hasta que un día desperté y me di cuenta de que no había nada entre nosotros. Durante muchos años nuestro matrimonio fue un simple aguantar. Pero estoy cansada gordo, cansada de fingir, de vivir una vida hipócrita. Si miro para atrás, solo recuerdo peleas, diferencias, conflictos que no se resolvieron. Necesito enamorarme. Y no quiero un amor como aquel, que te revoluciona las hormonas durante un tiempo y después, cuando esa pasión se termina, sólo quedan migajas ¿Existirá un amor diferente, que perdure en el tiempo, que no lo mate la rutina y el aburrimiento?
Yo quería decirle que no conocía la respuesta pero que estaba dispuesto a intentarlo con ella. No era solo pasión lo que me inspiraba Elisa. Era admiración, respeto, una necesidad imperiosa de estar a su lado. Ella era todo lo que siempre había deseado encontrar en una mujer, pero la conocí en un tiempo en que los dos estábamos encadenados a una relación gastada, de la que nos costaba escapar. Mi respeto hacia ella era casi reverencial. No podía más que inclinarme ante esa personalidad arrolladora pero indefensa, inteligente pero ingenua, sensible y sabia, una mujer que llenaba todos mis espacios vacíos.
-Quiero un hombre a quien admirar, que me divierta pero a la vez me respete, me quiera como yo soy, que entienda mis necesidades y llene esos vacíos que ni siquiera yo conozco. Un hombre que me mire a mí, a Elisa. Que me complete y me vea cuando me mira. Que sea sensible y que podamos proyectar juntos una vida. ¿Existirá ese amor o pido demasiado?
-Claro que existe, sólo te falta estar atenta y también vos “ver” cuando miras.
-Gordo ¿Qué me estás queriendo decir?
-Que todos buscamos lo mismo pero nos resistimos a ver lo que tenemos enfrente. Por miedo a jugarnos, a amar, a comprometernos en una relación. El amor no se declama, como te dije antes, se practica. No importa cuántas veces lo intentemos, ese amor va a llegar, cuando estemos listos y preparados.
Elisa se me acercó y me abrazó con fuerza. Yo correspondí a su abrazo y nuestros labios se unieron. Quise dejarme llevar por ese momento mágico que habría esperado por tanto tiempo, pero algo me hizo retroceder. Yo estaba solo, ella aún no. La separé suavemente y nos miramos por un largo rato. Busqué mi saco y salí por la puerta. El aire fresco invadió mis pulmones y me sentí un hombre nuevo. Ahora sabía que podía esperarla, solo era cuestión de tiempo.

No hay comentarios: