martes, 29 de abril de 2008

A pura espuma y sin Manuel

Mi querida Iris,
¿Cómo estás, mi vida?
Yo aquí, soportando los avatares de la rutina que me mantienen bastante ocupada. Lidiando con los perros, dos heredados de mi difunta madre y uno adquirido por propia voluntad. Los más grandes me tienen a mal traer, uno es un cocker –se llama Bobby- bastante viejito el pobre; tiene 13 años, que vendrían a ser como 91 de los nuestros (dicen que hay que multiplicar los años del can por 7 y como la única neurona que me queda activa anda algo deprimida, quizás deberías hacer la cuenta tú) el otro es un ovejero, mezcla con dogo, malhumorado como él solo. Se llama Volt y tiene 8 años. El pequeñín es un labrador precioso que le regaló el novio, de cachorro, a mi Julia. Yo, que nunca había tenido perro, acepté los de mi madre por pura caridad. Y el pequeñín, por puro enamoramiento. Apenas lo vi, me cautivó y no dudé en quedármelo, sin pensar en las consecuencias futuras. Los mayores se han puesto celosos de mi Benicio, el regalón de la familia. Ellos se acostumbraron a dormir afuera, llueva o truene, pero al chiquitín ¿cómo íbamos a dejarlo a merced de esas fieras, en la oscuridad de la noche? Se me partía el alma Iris, ¿tú comprendes?
La otra vuelta se me armó un lío tremendo. Fíjate que tuvimos que operar al cocker de un tumor en el cu.lo. Y el veterinario me dijo que debía tenerlo adentro hasta su total recuperación. La cuestión Iris es que dormía en la cocina con el pequeño, pero como es algo maleducado me meaba todas las noches la mesa de algarrobo que nos regaló la tía Florinda. Yo me armé de santa paciencia y, pensando en el sufrimiento y el ano del pobre animal, limpiaba todas las mañanas el pis, contando los días que faltaran para su alta veterinaria. Pero hete aquí que Manuel, que tiene mucha sensibilidad en las fosas nasales, no soportó más el olor y me puso un ultimátum: el perro o él. Tú sabes lo melindroso que es Manuel con su desayuno y cómo le gusta tomarlo en la cocina. Te confieso Iris que con gran dolor, tuve que sacrificar mi matrimonio de 40 años, porque el pobre y fiel animal estaba convaleciente y no era cosa menor lo que estaba padeciendo. No creas que no intenté convencer a Manuel, pero tú lo conoces, es más terco que una mula y, a pesar de que bañaba al perro todos los días en nuestra tina, con sales de baño y a pura espuma, no pude quitar el olor de las patas de la mesa de algarrobo de la cocina. Si conoces alguna fórmula, envíamela a la brevedad. Quizás, si quito el olor, Manuel regrese.
Bueno Iris, perdona el rollo, pero hablando de los perros se me fue el tiempo. En cuanto pueda te cuento más detalles. No te preocupes que estoy bien y los niños también.
Saludos a la familia.
Tuya,
Cornelia

PD: dile a Jacinta que aún espero la receta de las gambas al ajillo que me prometió.

1 comentario:

RAYITO DE TERNURA- CINE COMPARTIDO dijo...

TE MANDO UN ABRAZO GRANDE Y ESPERO RECIBIR VISITAS TUYAS DALE.

YO PASARE SIEMPRE YA QUE TE TENGO ENTRE UNAS DE MIS TERNURAS

YERMAN