viernes, 25 de abril de 2008

Elisa sale al ruedo

-Si, ya sé, estoy loca ¿Y qué?

-Es que Elisa, no podés ser tan crédula. ¿Cómo vas a ir a una cita a ciegas con un tipo que conociste en un foro?

-¿Y por qué no, a ver? ¿Qué tiene de malo amiga sabelotodo Rita?

-Que podés encontrarte con un degenerado... no puedo creerlo. Habiendo tantos hombres de carne y hueso, vas a enamorarte de uno por sus versos y porque escribe historias ¿No te das cuenta de que es una fantasía más, que no es real?

-Y bueno, justamente, va a ser real cuando lo conozca. Hay una gran conexión entre nosotros, es un tipo algo enigmático, pero escribe unos cuentos que te dejan dada vuelta.

-¿Qué tipo de cuentos?

-De todo tipo, algunos son profundos de esos que te dejan pensando, otros muy cómicos y otros eróticos, y esos mmmm ¡No sabés lo que son!

-¡No te digo! ¡El tipo es un degenerado, seguro!

-¡Bueno basta Rita, digas lo que digas voy a ir igual! Muero por conocerlo. No me quiso mandar su foto ni decirme su edad, porque dice que eso es parte del misterio y la seducción virtual... pero que sabremos todo el uno del otro cuando nos encontremos... Lo que no me gusta mucho es su nombre... Rigoberto se llama. Ja,ja,ja... pero bueno, le puedo decir Beto... o Rigi...

-Obvio, claro...

-Y ahora me voy porque tengo muchas cosas que hacer. Chau Rita.

-Por favor cuidate Eli, te lo suplico.

-Sí, andá tranquila. Después te cuento.

Elisa llegó al restaurante, después de un día intenso y previo paso por la peluquería, la dermatóloga , la dentista, la cama solar y el gimnasio. Estaba tranquila porque se vio bien peinada, con el cutis limpio y maquillado, bronceada y con dos kilos de menos. Había elegido cuidadosamente su atuendo. Un vestido rojo, bien a la moda y una rosa blanca en el pelo.

Ni bien entró lo vio sentado solo en una mesa. Lo reconoció por el clavel en el ojal, aunque la flor era un poco grande y contrastaba con su atuendo, todo negro. Era un hombre grande, de unos 65 años, el pelo teñido, muy oscuro y la tez blanca papel. Ella giró en redondo tratando de escapar pero él ya estaba a su lado y con voz de galán de radioteatro, le dijo:

-Elisa, eres tú. Hola, soy Rigoberto. Eres muy bonita, aunque te confieso que te soñé unos años más joven. Antes que nada y que nos sentemos a cenar, te aclaro algunos puntos: soy alérgico a las frutillas y a los gatos, me gusta madrugar y no soporto que me hablen ni escuchar música mientras escribo. Cada uno paga lo suyo, la independencia económica es un factor fundamental para el éxito de la pareja. Ah, y lo último, me gusta hacer el amor por la mañana, nunca de noche y, si es posible, en 20 minutos, sin mayores preámbulos... ¿Vamos?

Ella se lo quedó mirando como quien ve una aparición y con una sonrisa algo helada, tratando de ser amable, le contestó:

-Mire señor, yo no soy Elisa, no entiendo lo que me está diciendo. Estoy buscando a una amiga que creí había entrado aquí, pero veo que no. Así que buenas noches y que le vaya bien con esa Elisa que, estoy segura, va a estar encantada con su propuesta...

Se dio vuelta, caminó despacio hacia la calle, y en cuanto atravesó la puerta, se sacó los tacos altos y empezó a correr tan ligero como no lo hacía desde la secundaria. Llegó hasta la esquina, empezó a llover. Con los zapatos en la mano dejó que el agua empapara su cara y su vestido nuevo y empezó a reírse primero despacio y después a carcajadas pensando en la cara que pondría Rita cuando se lo contara.

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