lunes, 27 de diciembre de 2010

Always in my mind

Necesito verme en tus ojos,

aunque cien veces no deba,

mi físico cansado te reclama y te añora,

el susurro de tu voz me llama.

Cuanto más se aleja la senda que te trajo

más tu recuerdo me devuelve a la orilla

donde tus manos se enredaron en las mías

y fuimos uno.

domingo, 26 de diciembre de 2010

GOLPE DE CALOR

Me senté en el bar de la esquina de Corrientes y San Martín para tomar algo fresco. El calor insoportable apretaba mi cerebro pero lo sentía en los pies. Busqué un lugar cerca de la ventana y fijé la mirada en toda esa gente que pulula, como hormigas, por la ciudad. Caras de dolor, de aburrimiento, de contento, de resignación, de zozobra; caras, tantas caras y cuerpos que se me venían encima y me ahogaban... Con el primer trago me sentí algo mejor y miré otra vez hacia la calle. Ahora veía sólo zapatos, zapatos negros, marrones, blancos, azules, rojos, verdes, amarillos, celestes. Zapatos de hombre y de mujer sin sus cuerpos, caminando desenfrenados en todas direcciones; algunos se detenían indecisos o esperaban a cruzar la calle, pero todos se movían nerviosos para adelante, para el costado, se detenían, seguían... De repente comenzaron a caminar para atrás y todos se dirigían a mí y una multitud de zapatos al revés se paró del otro lado de la ventana, esperándome a que saliera. Miré a mi alrededor y las demás personas que estaban en el bar parecieron no notarlo. Entré en pánico. Una señora que estaba al lado mío desapareció pero se olvidó los zapatos. -¡Señora! Grité pero al rato me di cuenta de que en el bar no había nadie y todos se habían ido dejando allí sus zapatos y los zapatos de afuera empezaron a entrar y se me iban acercando demasiado y...

-Señor, señor...

-¿Qué, qué pasa?

-Eso me pregunto yo. Está muy pálido. ¿Se siente bien?

Le pagué, tomé un taxi con aire acondicionado y lo llamé al Cholo, que sabe un montón sobre estas cosas y además, es veterinario. Me dijo que tenía un golpe de calor. Que cuando él les pone herraduras a los caballos en pleno verano les pasa lo mismo.

-¿Pero cómo que les pasa lo mismo? -le pregunté. –¿Qué es lo que les pasa?

-No sé -me dijo- eso no lo puedo saber, pero se ponen así de idiotas, empiezan a dar vueltas y se quieren sacar las herraduras.

-¿Y? ¿Qué tiene que ver eso con lo que te estoy contando?

-No tengo ni idea viejo, creo que a mi también me agarró un golpe de calor.

martes, 21 de diciembre de 2010

En el penúltimo desvío (Luis S. Orihuela)

No todos mis momentos han sido desolados,
pero si sólo reparase en deseos mi vida tendría pocas estaciones.
Porque los que los amainaron han sido diestros en apagarlos
casi sin rencores.

Así, el aliento de mi tren fueron las quimeras.
El pensamiento. La idea lejana.
Y el imprescindible espejismo para vestir de voluntad el abandono
y la resignación, donde todo se pierde sin murmullos ni protestas.

Donde todo es monotonía y silencio,
puede que haga mucho frío,
o que el sol abrace.
Pero ha de ser siempre la condena:
que ese tren jamás llegue a destino.

Sin embargo,
un día,
el alma o una mirada nueva,
repara en algo que aguarda en el penúltimo desvío.

Y aunque la rutina fuerce a no advertirlo,
la pasión agita las pupilas quietas.

Entonces la marcha se detiene junto al árbol más antiguo de la espera,
y me es dado beber agua fresca y clara
y percibir el viento que, preciso y necesario
te anuncia y te devela
y declara que estás aquí,
que llegaste,
para saciar mi sed añeja.

Y deberé velar para que siga apacible la senda que te trajo.
Y escribir los mejores versos en la paciencia de los plazos.
Para que ya no seas pausa ni tregua.
Sino esa ansiada estación donde, por fin, experimentar la vida.

domingo, 5 de diciembre de 2010

ME QUEDA DE VOS

En la empecinada carrera hacia el interior de mi misma fuiste el puente más seguro que me llevó a la otra orilla. No necesité ver hacia atrás, donde quedaron sepultados los miedos, porque me tomaste de la mano cuando creí trastabillar y me abrazaste cuando tuve frío; tu mirada serena y melancólica me dio seguridad para poder ver el objetivo al que me aferré con fuerza: vivir de otra manera e intentar ser feliz con lo que elija. Creíste en mí sin conocerme y fuiste el artista que modeló mi cuerpo y lo creó de nuevo, inventándole curvas, descubriendo espacios inexplorados. Despertaste la pasión que dormía silenciosa a la espera de tus manos, encendiste con tu risa todas las luces apagadas en mi espíritu solitario y con el toque final y preciso del maestro que contempla satisfecho su obra, me recreaste para que caminemos juntos la vida.

Te quiero porque tu nobleza me hace noble, porque tu virilidad me hace mujer, porque tu corazón me conmueve, porque aunque no pudiera verme en tus ojos, me quedaría de vos el murmullo inacabado de tu amor impregnándolo todo.