lunes, 16 de agosto de 2010

La paradoja en tiempos modernos (de Matías Ayerza)

–Disculpáme, ¿acá para el 12?
–No pá, acá para la 12.
–Uh…

No sin antes sufrir un altercado con un contingente de adictos al “¡Dale Bó!”, partió Ulises Dechilena hacia su primera cita con Marina Pereyra Tirabola, su chica de la facultad.
Él tenía 19, y le encantaba escuchar música electrónica, influenciado por su hermano mayor, prometedor DJ de SKA-Biame, un café-restó-azucarad-bar de Palermo Heavy.
Ella, en cambio, era más del estilo de tatuarse sinsentidos en su omóplato izquierdo, sin miedo a exponer ante el mundo su cuestionable IQ mental.
Ambos estaban dando sus primeros pasos en la carrera de Economía de la UBASAL, una institución privada de capitales yugoslavos, y se conocieron hablando de ensaladas light en la clase de teología (toda una ironía de tenerse en cuenta que aquella cátedra abogaba por el fin de los tiempos de Cupido, por considerarlo una amenaza para la raza superior, es decir, los rubios de ojos celestes -exceptuado Guido Süller).
Hace rato que Ulises estaba esperando esa noche. De hecho, le costó mucho conseguir que Marina se fijara en él. Para eso tuvo que aplicar todos sus conocimientos en materia romántica, aprendidos gracias a su fiel consejero: el suplemento Púber del diario Clarín.
Por esto y mucho más, el joven idealista tenía decidido no estropear su cita. Todavía estaban latentes en él los recuerdos de aquella vez en que su pareja del momento lo dejó plantado por hacer apología de los pelirrojos (Ulises habría parafraseado al Colorado Liberman).
Habían quedado en que él la pasaría a buscar por su casa para ir al cine a ver el estreno de El señor de los Anillos IV: “Gollum prueba faso”. Sin embargo, la noche tomaría un giro inesperado ni bien saludó a Marina en la puerta de su casa.
Atrás quedarían las mañanas de conversaciones banales con su amiga en los recreos de la facultad, y los sueños platónicos de Ulises protagonizados por una Marina descollante, seductora e imposible. ¿Los motivos? Ni sus propios amigos comprendieron días más tarde las explicaciones de Ulises, quien al parecer se habría desairado con la presencia poco feliz de un ejemplar del reino vegetal yaciendo inerte en la dentadura de la dama.
La cita concluyó normalmente, pero con un Ulises evasivo, distante y acusando un malestar estomacal como vía de escape ante el insinuante acoso hormonal de Marina, quien tras percibir con movimientos lingüísticos las razones del rechazo, regresó a su casa cabizbaja, y con la promesa de nunca más practicar la dieta de Cormillot.

No hay comentarios: