viernes, 6 de agosto de 2010

El mensaje

¡Hola Negra! Desde el asteroide Kettler te hablo! No te asustes. Soy Román, me quedé atascado aquí camino al Paraíso.

Te cuento que es una especie de purgatorio que algunos atorrantes como yo necesitamos para llegar más preparados al Cielo, un lugar que acá se comenta que es posta. Este es un sitio bastante siniestro, muchas almas pululan a mi alrededor, pero nadie se acerca a menos que yo lo haga. Por las noches, que en realidad se miden porque las estrellas se ven más cerca -porque aquí es siempre de noche- se reúnen en grupos de seis, en una especie de cráteres que hay. Uno se tiene que acercar y elegir un asiento; si no hay lugar, prueba en otro hasta que se ubica. Dentro de estos cráteres hay luz, pero no hay ninguna bombita, ni lámpara, ni nada. Es una luz muy blanca, diferente a las luces de allá. Uno de los seis es el líder y el encargado de hablarnos sobre las diferentes maneras de salir de acá. Parece que los que aprendan se van al Cielo y los que no, se irán con este asteroide a chocar contra la tierra, pero no nos dijo cuándo. No te asustes mi amor porque eso va a pasar en millones de años. Dice que hay que ser creativo; yo, que en la vida dibujé ni un barrilete. Porque los creativos son esos que pintan ¿no Negrita? Vos que te las sabés todas te irías como un tejo al cielo… lo que es yo, no cazo una. Pero bueno te contaba que este pibe dice que hay que romper la rutina… ¿qué rutina? si acá no hay tele, ni fulbo, ni birra, ni fasos… también que la respuesta está en nuestro interior, que tenemos que hacer las cosas de manera diferente a la que estamos acostumbrados, que tenemos que volver a ser como niños, a descubrir todo de nuevo, como si fuera la primera vez y a amar a los otros, aunque sean diferentes. Yo a vos te amo, Negra, a mi vieja, a la Titi y a la Nona y a los muchachos, así que tengo una parte aprendida ya –aunque al viejo no lo puedo perdonar. Sabés que acá no me duele tanto lo que me hizo... Pero... ¿cómo puedo amar a todos estos fantasmas que no conozco? No sé, no entiendo nada... parece que nada más con escuchar y abrir la mente y el corazón, las cosas se van resolviendo solas, como que no hay que hacer mucho esfuerzo más que ese… Yo, la verdad, no entiendo un corno, pero ya le iré tomando la mano. ¿Sabés a quién me encontré acá? Al turco Elías. ¿Te acordás cuando se pegó un palo con el auto del padre? Bueno, te cuento, me dijo que está hace una semana, cosa que me sorprendió mucho porque se murió hace como diez años… ¿te acordás? ¿cómo puede ser Negra, me querés decir? Acá es todo muy, muy raro. Pero yo estoy bien, no me duelen más los pies porque no tengo que caminar, comida no necesito porque mi cuerpo es como transparente, no puedo tocar a nadie y no me pueden tocar… eso es lo que más extraño… una buena revolcada con vos… ¡Dios, cómo me gustaría! Aunque por otro lado eso tiene su parte buena porque con lo calentón que soy no corro peligro que nadie me pegue una trompada.
Bueno Negri, te dejo porque el turco me prestó una especie de telefonito, como un celular chiquito que se ganó por haber hecho una buena acción –no tengo ni idea cuál-para que te mande este mensaje, y se lo tengo que devolver antes de que nos pesquen… el castigo creo es no ver más al turco. Voy a tratar de abrir el bocho para aprender y ganarme uno de estos así me puedo comunicar con vos más seguido. Te quiero mi negra linda. Chau. ¡Hasta pronto!


Marisa se despertó con una sensación rara. Había tenido un sueño donde Román le hablaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar su accidente y cómo una bala perdida había frustrado su casamiento, cuatro años atrás.

No hay comentarios: