jueves, 1 de mayo de 2008

Soledad Compartida (de Alicia)

Se cortó la luz. Como estás dormido, no has advertido nada.
Tu sueño se parece al de un niño confiado, cuya madre vela sus noches, con el cansancio pesándole en los párpados, pero firme, como un centinela de guardia.

La luz se fue. Y con ella la ventanita verde del radio-despertador, el punto rojo de la computadora, el punto rojo del televisor, y la sangre roja de mi corazón.
Qué larga será esta otra noche, también. Más aún bajo la capa negra de la medianoche. El silencio se oye cercano, y unos ladridos, lejanos. Un bebé llora. O acaso sea una gata en algún tejado caliente.
Se escucha una moto que pasa. Luego, un automóvil, raudo, despilfarrando música y risas por las ventanillas.

Qué lejos te siento, dormido, a mi lado. Tu respiración acompasada se empareja con la gota de la canilla de la cocina, que encontró el modo de hacerse notar, dentro de la taza que dejé en la pileta.
Qué lejos te siento, dormido, a mi lado. Tus párpados cerrados me esconden tu sueño que adivino con ella. Esa ladrona de sueños, que te secuestra, llevándote lejos, aunque no te hayas movido, de esta cama nuestra.

La luz ha vuelto. Y con ella la ventanita verde del radio-despertador, el punto rojo de la computadora, el punto rojo del televisor, pero no la sangre roja de mi corazón.

Qué lejos te siento, dormido, a mi lado.
Enciendo el televisor, dejándolo mudo, mientras recorro pantallas buscando alejarme, de esta soledad compartida, que hace tanto ya que es mi amiga, y como en cruel letanía, me susurra, "no lo quieras tanto".
APL©2008

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