sábado, 3 de mayo de 2008

Un loco encuentro

Cuando lo vi acercarse mi corazón dio un vuelco. Era él. No podía creerlo y estábamos los dos solos esperando el ascensor. Me saludó con una sonrisa amable y cuando la puerta se abrió, me hizo una seña de que subiera primero.
Los dos al mismo tiempo tratamos de tocar el número diecisiete y el roce de su mano me erizó la piel. Tenía miedo de que se diera cuenta de lo fuerte que latía mi corazón mientras me preguntaba qué decirle. Hacía dos meses que trabajábamos juntos y nunca habíamos cruzado más que un saludo. Algo en él me intimidaba y me atraía al mismo tiempo. Y yo sabía que mi presencia no le era indiferente. Sentíamos los dos esa corriente en el aire cuando estábamos cerca uno del otro. Pero no estaba lista aún para este encuentro inesperado. Cuando estaba pensando cómo encarar una conversación, el ascensor se paró entre los pisos doce y trece. La luz se apagó e inmediatamente volvió con menos fuerza aunque el ascensor siguió parado. Tocamos todos los botones que encontramos pero nada. No se movía. Esperamos un rato y él empezó a transpirar, noté que palidecía y parecía que se iba a desmayar.

-¿Te sentís bien?

-No, soy claustrofóbico.

-Bueno, tratá de serenarte. Seguramente enseguida vuelve a funcionar.

-No, no va a funcionar, lo sé, y me voy a desmayar y después me voy a morir acá adentro, encerrado con una mina que ni conozco. ¡Por lo menos si me hubiera quedado encerrado con Roberto, moriría más contento! Si no se abre esta puerta en breve los dos vamos a morir. Lo sé. ¡Dios, qué muerte tan absurda e inútil!

El tipo se puso a llorar a los gritos y llamaba a la madre y yo no sabía que hacer. A la sorpresa se sumó la rabia y empecé a insultarlo y a decirle quién se creía que era para decirme “mina”, que se calmara porque si no le iba a dar una cachetada.

-¡No, no puedo calmarme! No te dije que soy claustrofóbico, no aguanto los lugares cerrados... ¡Ay me muero, te juro que me muero! ¡Mamaaaaaaaaaá!!!!

Se abrazó a mí y yo lo empujé y le pegué una cachetada.

-¡Salí de encima mío, pedazo de idiota!

En medio de las trompadas me tomó la barbilla y me encajó un beso en la boca. Traté de apartarlo con toda la fuerza que pude pero de a poco fui sintiendo un calor interno que me envolvía y me dejé llevar. No podía creer que un puto me estuviera besando y de esa manera. Nos separamos un rato y quedé como atontada. No sabía qué hacer ni cómo continuar, sobrepasada por la situación, hasta que el ascensor empezó a moverse nuevamente. El me miró, y con la sonrisa más seductora del mundo, me dijo:

-¿Te lo creíste sonsa? Hace dos meses que no duermo pensando en vos, me tenés totalmente enamorado. Yo intenté pegarle de nuevo pero él atajó el golpe tomándome por la muñeca. Las puertas se abrieron en el piso diecisiete. Lo miré a los ojos antes de bajar y le dije:

-Esto me lo vas a pagar.- Me di vuelta encarando mi oficina para que no notara la sonrisa que no pude disimular.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

YYYY??? Ya cobró? Me imagino la sonrisa. Está muy bien escrito y tiene el ritmo justo. Pero se te ocurren cada cosas, Geor...hacerse el claustrofógibo, el puto, etc.
Pobre, se ve que ella mucha cuerda no le tiraba para que necesite tanto camouflage. Muy bueno, en serio
Lulú con los besitos de siempre

Geor dijo...

Jajaja me divertí mucho escribiendo este cuento!
Y ahora con tu comentario.
Gracias Lulú!
Un beso,

Anónimo dijo...

Quise decir claustrofóbico, pero el chandon últimamente me cae mal, y si cae sobre el teclado, salen esos bodrios...jaja
Besos