La última vez que lo vi me cegó su mirada penetrante diciéndome que estaba todo bien, que entendía y hasta agradecía mi decisión. Desde que lo conocí sus ojos me vieron de una manera especial, como diciendo: acá estoy, dame una orden y yo la cumpliré. Abrigame, dame calor y amor y seré tu fiel compañía. Acaricié su cabeza y me despedí de él y él de mi, hasta en eso fue obediente, sabía que sólo pretendía librarlo de su dolor, que no podía verlo sufrir un minuto más.
Desde hoy extrañaré su ladrido sostenido e insistente a la hora de comer, su cola moviéndose de un lado al otro cada vez que me veía llegar. Adiós Boby, mi fiel y cariñoso amigo. Jamás pensé que tu ausencia me dolería tanto.
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