viernes, 14 de enero de 2011

Kin

Andabas por el mundo vagabundo,
buscando el amor que se te hacía esquivo.
¡Recorriste tantos caminos!
Lo buscaste en el viento,
en la lluvia,
en el enfermo desvalido,
en la mujer,
en los hijos,
en los hermanos;
en los viejos,
que se han ido.

Hoy lo sigues añorando,
como aquel niño inquieto
que llegaba del colegio
con el delantal roto y
un ojo hinchado,
y decías:
-¡Vieja, a vos te insultaron!
Entonces no supimos,
tus hermanos,
ver en tus actos,
irracionales, bizarros,
un puro intento
de necesitarnos.

Hoy estoy a tu lado y te quiero
hermano del alma.
Te veo llegar,
enfermo y cansado,
con aquel anhelo intacto;
de continuar con tus sueños
a pesar de tu físico agotado
que no se resigna a la quietud,
que quiere seguir luchando,
a tu modo, aventurero.
Que quiere seguir volando
y conquistar los cielos.

La puerta hoy está abierta
y te recibo en mis brazos,
sin juzgarte, sin condiciones,
sin recetas, sin llaves
que bloqueen mi indiferencia;
busca en tu interior,
el amor que no encuentras,
saca afuera tu corazón,
abre esa fortaleza,
recupera lo que fuiste, lo que eres;
yo caminaré contigo hasta que amanezca,
o hasta que no te hagan más falta
mis cuidados y mi fuerza.

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