lunes, 27 de septiembre de 2010

EL DESAYUNO ESTA SERVIDO

La mesa para el desayuno está preparada. Una taza con su correspondiente cucharita, tres manzanas prolijamente colocadas sobre una bandeja rectangular, una jarra de jugo de naranja, un plato con un cuchillo sosteniendo una servilleta roja como las manzanas, un vaso medio vacío (o medio lleno), otro plato con scons recién horneados; un florero con lirios amarillos…

–Muchachos ¿estamos todos listos para iniciar el viaje? –pregunta una de las rojas y apetitosas manzanas.

–Listo, replicó el jugo.

–Yo no –dijo la taza apesadumbrada- el café no ha llegado.

–Yo estoy pero siento un poco de miedo. Todavía no logro acostumbrarme a esta nueva tarea que me han asignado –lloriqueó la servilleta.

– ¿Pero no sabés todavía que es imposible escapar al destino? –le preguntó uno de los scons.

– ¿Qué decís? No te entiendo.

– Que en un rato vendrán a utilizar los dones que nos han sido asignados para cumplir nuestro rol. Debemos entregarnos confiados a que cada partícula de nuestra esencia será transformada para cumplir con el ciclo de la vida.

–Ahora entiendo menos –suspiró resignada la servilleta. ¿Podés ser más explícito por favor?

El scon tomó aliento y con un suspiro de poca paciencia, le contestó:

–Mirá linda. Acá la que menos sufrirá sos vos porque nuestro amo y señor sólo te ensuciará un poco, luego irás al lavadero y volverás, algo desteñida pero con más experiencia, a limpiar otras bocas. Pero nosotros, los hidratos, deberemos recorrer un camino mucho más largo hasta completar el ciclo. ¿Me entendés ahora?

–Mi querido scon –interrumpió furiosa una manzana- no seas tan intolerante. Ella es nueva en la casa y no tenés por qué hablarle de ese modo. Yo recuerdo que la primera vez fue difícil, no entendía por qué me tenían que hincar el diente de una manera tan irrespetuosa, sobre todo el gordito, el mayor de la familia, que me arrancaba la piel de a pedazos, sin ningún miramiento…

–Gracias manzanita –lloriqueó agradecida la servilleta. Vos sí que entendés a las mujeres como yo. Los hombres no entienden nada…

–¡No nos metas a todos en la misma bolsa! –saltó indignado el jugo– Yo no soy como él.

–Entonces –le preguntó tímidamente la servilleta- ¿serías capaz de explicarme cuál es realmente el sentido de mi estadía en esta casa? ¿cuál es mi misión?

–Bueno, bueno –el jugo pareció tomar más cuerpo y llenar el vaso hasta rebalsarlo– vamos por partes. Primero y principal, te voy a contar mi experiencia, soy más viejo que vos, y he pasado por muchas vidas. Aunque no recuerdo las anteriores, puedo decirte que me pareció reconocerte, como si hubiéramos compartido otros momentos antes, un deja vou, creo que se llama.

–A mi me pasa lo mismo rico juguito. Apenas verte me dije que te conocía de antes –contestó la servilleta poniéndose más colorada.

–Seguramente hemos sido amigos en otras vidas, pero lo importante es que entiendas tu misión en ésta. Te explico: en cuanto aparezca por esa puerta el primero que se despierte de la casa, todos los que estamos en esta mesa iniciaremos un viaje interminable por el organismo del susodicho. La manzana y yo seremos los que iremos más rápido y el scon deberá pasar por un proceso más complicado: miles de laberintos se abrirán hasta que encuentre la salida; por eso tenés que comprenderlo, se hace el fuerte pero en el fondo tiene más miedo que vos. Tu viaje, en cambio, será por fuera, tendrás la misión de limpiar nuestros restos de la boca del que aparezca primero. ¿Me seguís?

–Sí –dijo no muy convencida la servilleta –pero… entonces… ¿nos separaremos ahora y ya no nos volveremos a ver?

– ¿De verdad no querés que nos separemos?

–No. Justo ahora que nos hicimos amigos…

–Me encanta que me digas eso porque yo tampoco me quiero separar de vos, así que se me ocurrió algo… Escucháme bien.

– ¡Se ha formado una pareja! –rió groseramente el scon.

– ¡Silencio que viene alguien! ¬–gritó el cuchillo.

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–¡Guillermo, no tragues así el jugo! ¡Tomá limpiate, rápido que se hace tarde!

El gordito se metió dos scons en la boca, al mismo tiempo que tragaba el jugo tan apurado que la mitad quedó en su remera y la otra en la servilleta. Mientras se metía una manzana en el bolsillo, se limpió la boca con la servilleta y salió corriendo; en el camino la tiró a la basura sin que su madre se diera cuenta.

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–Ves linda servilletita, ya estamos juntos y nadie podrá separarnos.

–Sí juguito, espero que nadie se dé cuenta de dónde estamos y nos rescate.

–Vos tranquila, hacé un poquito de fuerza y mandate para abajo del cesto, así nadie te ve.

–Sí, tenés razón. Ay juguito, ¡sos tan inteligente! Y ahora ¿Qué pasará con nosotros?

–Vamos a descubrir el mundo, somos libres, ya no tenemos misión alguna que cumplir. Sólo mantenernos unidos y estar alertas, muy alertas. De aquí seguramente terminaremos en un camión que nos transportará a un cinturón ecológico donde compartiremos la vida con un montón de desperdicios. Tendremos que luchar por nuestro amor y mantenernos alejados de todo aquel que pretenda separarnos.

– ¡Qué miedo!

–No hay nada que temer mi princesa. Mientras nadie descubra tu belleza intacta y quiera recuperarte y quitarme de en medio, nada te ocurrirá. Yo me encargaré de que eso no ocurra. ¿Estamos juntos o no?

–Sí, sí, mi querido juguito. Estamos juntos y nada ni nadie podrá separarnos.

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