jueves, 22 de julio de 2010

Tan roja y tan apetitosa (de Celia)

-“Luz, cámara… ¡Acción!”

Menos mal que he encontrado por ahí esta manzana; por lo menos me distrae un poco porque todo esto es aburridísimo, y un auténtico desbarajuste. Es gracioso, ¿cuánto hace que no comía una manzana? Y no es que no me gusten, que el sabor sí, está bien, sólo es que la he considerado siempre una fruta muy aburrida de comer, aunque no tanto como este rodaje que me pregunto cuánto más va a alargarse. Luego le diré a Miqui que todo esto del cine es fascinante, que estoy feliz de que me haya invitado a presenciar cómo se desarrolla una filmación, y se lo diré porque el pobre Miqui ha hecho lo imposible para conseguirme un pase; lo hace para impresionarme y no voy a desilusionarlo diciéndole la verdad: que todo es un desastre y que los actores son bien poca cosa vistos así, al natural.
A lo mejor es que comer manzanas es peligroso, o es peligrosa la manzana por sí sola, capaz de originar pecados eternos, discordias olímpicas, guerras míticas, teorías y leyes y ahora, en mi caso, un tropel de pensamientos extraños. Pienso, por ejemplo, que quizá la vida se parezca al cine: un montón de utilería salpicada por aquí y por allá que usamos para montarnos un decorado más o menos creíble, más o menos cómodo. Pero no me apetece pensar en honduras y, además, todo lo que rodea al decorado no es más que caos: un caos de personas, cables, tubos, objetos raros que no sé ni qué son ni para qué sirven… Lo que más me gusta es que el director hace todo lo que se espera que haga un director. Me encanta cuando grita: “Luz, cámara… ¡Acción!”, como hace un minuto y todo se pone en marcha. Es como Dios. Dice “hágase la Luz”, y la luce se hace, y comienza otro día más y todos nos movemos en nuestros particulares decorados, como los actores, que son bien poquita cosa, la verdad.

Cómo engañan las cámaras. Luego, en el cine, sentados en nuestras butacas, veremos una habitación suntuosa cuando no es más que un conjunto de muebles que ahora están y dentro de una hora se irán a un almacén o a otro decorado que recree otra historia completamente diferente. Y veremos a unos protagonistas perfectos, que nunca se despeinan y que se despiertan con la cara radiante y el aliento fresco…
Está riquísima esta manzana, debería comerlas más a menudo; ésta tenía un aspecto fantástico, rojo y brillante, casi decía “cómeme”, lo que pasa que me entretiene tanto que me desvía la atención y no sé ni qué se está filmando ahora. A ver, se ha producido un silencio entre los protagonistas, y ella está sentada, de espaldas, muy quieta, y él mira de frente a la cámara, sonríe y se dirige a la cómoda, donde está el precioso ramo y la cesta de…

“¡¡¡Corten!!!
¡¿Dónde está la manzana?! ¡Que dónde está la maldita manzana, idiotas! ¿Quién la ha quitado de ahí?”

La escondería, ahora mismo me sentaría encima de lo que queda de manzana pero me he quedado petrificada… Y el director mira acusadoramente al pobre Miqui, que se supone que es el encargado de que todo esté donde debe estar, y Miqui me mira a mí y me ve con el trozo de manzana cerca de mi boca, en plano congelado, si es que existen los planos congelados, y abre los ojos como platos y el director sigue la mirada de Miqui y me mira a mí, y yo quiero que la tierra me trague, pero sigo con la manzana en la mano, cerca de mi boca, y pienso que otra vez se le han estropeado los planes a Dios por culpa de una manzana.

“¡¡¡¿Quién es esa estúpida?!!!”

Seré estúpida, pero te he fastidiado la obra… Pienso.

No hay comentarios: